En la antigua Judea y en el marco del judaísmo, los escribas eran un grupo de intelectuales que se encargaban de numerosas labores, entre ellas la de secretarios y copistas. Se encargaban de la transmisión de los textos sagrados y de los documentos oficiales del templo.
Además, los escribas tenían un papel relevante en los procesos judiciales. Dado que sabían leer y escribir, se encargaban de redactar los documentos necesarios para un juicio, así como de interpretar las leyes y normas que se aplicaban a cada caso.
Según la biblia, los escribas también se dedicaban a contabilizar y sacar cuentas económicas. El Evangelio de San Mateo relata cómo, durante la pasión de Cristo, Judas Iscariote le entregó treinta monedas de plata a los principales sacerdotes y a los escribas a cambio de que lo entregaran.
Los fariseos eran otro grupo importante en el judaísmo de la época. Se caracterizaban por su conocimiento profundo de la ley y sus tradiciones, y se dedicaban a instruir oralmente.
A diferencia de los escribas, los fariseos tenían un papel más activo en la vida pública. Se encargaban de los negocios y de las cuestiones políticas. Además, ejercían una gran influencia en el pueblo judío gracias a su capacidad para adaptar la ley a las circunstancias de la época.
Aunque los fariseos y los escribas tenían áreas de trabajo diferentes, ambos grupos conformaban una élite intelectual y religiosa en la sociedad judía de la época.
Por otro lado, cabe destacar que la figura de los escribas no siempre ha sido vista de forma positiva en la historia. En el Nuevo Testamento, Jesús reprende constantemente a los escribas y fariseos por su hipocresía y su rigorismo legalista. En sus discursos, Cristo los acusa de manipular la ley y de despreciar a los pobres y desfavorecidos.
Además, los primeros cristianos consideraron a los escribas como enemigos de la nueva fe. En el libro de los Hechos de los Apóstoles se puede leer cómo Pedro y Juan son arrestados por predicar en el templo y se enfrentan a los escribas y saduceos, quienes no aceptan el mensaje de los apóstoles.
A pesar de esta mala reputación, no se puede negar que los escribas fueron fundamentales en la historia del judaísmo y en la transmisión de la cultura y la religión hebrea. Fueron ellos quienes se encargaron de preservar los textos sagrados y los conocimientos de las generaciones anteriores, asegurando así la continuidad de una tradición que ha perdurado hasta nuestros días.
En épocas posteriores, la figura del escriba se ha mantenido presente en diversas culturas y religiones. Por ejemplo, en la Edad Media, el término “escriba” se utilizaba para referirse a los copistas que trabajaban en los monasterios y talleres de iluminación de manuscritos.
En la cultura popular, los escribas han aparecido en numerosas obras de ficción y en representaciones artísticas. Uno de los ejemplos más conocidos es la película “El nombre de la rosa”, basada en la novela de Umberto Eco, en la que uno de los personajes principales es un monje copista y experto en la teología y la filosofía medievales.
En esencia, según la biblia, los escribas eran un grupo de intelectuales que se encargaban de la transmisión de los textos sagrados, la redacción de documentos judiciales, las cuentas económicas y otros trabajos importantes en la vida religiosa y social de la época. Junto con los fariseos, los escribas formaban parte de una élite intelectual y religiosa en la sociedad judía. Aunque han sido criticados por su hipocresía y su rigorismo legalista, su papel en la preservación y transmisión de la cultura hebrea es indudable y ha perdurado a lo largo de la historia.
¿Cuál era la función de un escriba?
En el antiguo Egipto, los escribas eran una parte fundamental de la sociedad. Eran responsables de inscribir, clasificar, contabilizar y copiar utilizando diferentes tipos de escritura, como la hierática o demótica. Además, vestían una falda hecha de cuero o algodón y pertenecían a una casta especial en Egipto. Su trabajo era vital para el buen funcionamiento del Estado y trabajaban en todos los departamentos de la administración, llegando incluso a ser escribas reales.
El cargo de escriba no era para cualquier persona. Al principio, eran escogidos entre aquellos privilegiados que habían sido formados en el entorno de la familia real. Más tarde, los cargos se transmitían de padres a hijos. Los padres consideraban que para sus hijos, “no había trabajo más hermoso que el de escriba”. De hecho, los escribas aprendices estudiaban desde los cinco años hasta los diecisiete años en una casa de vida, dependiente de un templo, donde aprendían escritura jeroglífica y hierática, gramática, textos clásicos, derecho, idiomas, historia, geografía y contabilidad.
Algunos faraones se presentaron en algunas representaciones con el modesto atuendo que caracterizaba a los escribas. Sin embargo, pocos faraones sabían leer y escribir, lo que reforzaba la idea de que los faraones tenían un estatus casi divino. A pesar de esto, el soberano trataba de representar a un ilustre modelo: el dios Dyehuty (Tot), creador de las lenguas y la escritura, escriba y chaty (visir) de los dioses, presunto autor de libros – especialmente de magia -, el patrón de los escribas.
Los escribas eran muy importantes en la sociedad egipcia ya que eran responsables de la documentación y el registro de la vida en el país. De hecho, el escriba de los Archivos Reales era responsable del departamento de los documentos reales y de otros servicios de archivos y bibliotecas. Su cargo demostraba la trascendencia que el Estado concedía a la escritura, que era el testimonio indispensable de la vida de un país.
Los escribas egipcios también eran conocidos por su gran creatividad, talento artístico y cultural. Muchos de ellos se destacaron como autores, poetas, relatores de mitos y leyendas, y amantes de la música y la danza. Sin embargo, algunos de ellos alcanzaron fama por sus aportes a la historia, arte y cultura egipcios.
Los escribas más célebres de Egipto
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Imhotep: uno de los escribas más famosos de todos los tiempos y, posiblemente, el primer gran sabio de la historia. Fue sacerdote, arquitecto, médico, astrónomo y hechicero del faraón Djoser. Además, fue el principal artífice de la construcción de la pirámide de Djoser y se le atribuyen muchos otros logros más.
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Meryre: Secretario de Estado bajo el reinado de Tutmosis III y Amenhotep II. Fue autor de algunos de los informes históricos más importantes de Egipto, en los que se detallan algunas de las campañas militares y las expediciones llevadas a cabo por el faraón.
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Nakht: un escriba de la Dinastía XVIII que vivió bajo el reinado de Amenhotep III. Es conocido por su hermosa tumba y por ser el creador de muchos textos literarios importantes de la época. También se destacó como artista y músico.
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Hunefer: escriba y diputado del faraón Seti I. Fue el autor de uno de los más famosos libros de los muertos y su tumba es una de las más bellas y mejor conservadas de Egipto.
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Sennedjem: escriba y arrendatario de tierras en la Dinastía XIX. Es conocido por su tumba excepcionalmente bien conservada y llena de hermosos textos y pinturas. También se destacó como artista y músico.
En esencia, la función de un escriba en el antiguo Egipto era muy importante para el correcto funcionamiento del Estado. Los escribas eran responsables de mantener y documentar la vida en el país, y las habilidades que desarrollaban para su trabajo requerían años de estudio y entrenamiento. Algunos de estos escribas se destacaron en otros campos, como la literatura, la música y la poesía, y se convirtieron en figuras importantes en la cultura egipcia. La historia de los antiguos escribas egipcios demuestra que su labor y oficio trascendió la época y que aún hoy en día asombran a propios y extraños con su sabiduría y creatividad.
¿Qué dijo Jesús sobre los escribas?
La hipocresía es un pecado común y destructivo, que puede llevar a la condenación eterna. Todos hemos sido hipócritas en algún momento de nuestras vidas, incluyendo los fariseos y los escribas en los tiempos de Jesús en la Tierra. Jesús tuvo mucho que decir sobre la hipocresía y cómo evitarla, y las Escrituras nos dan una idea clara de su postura sobre el tema.
En Juan 12:1-8, vemos a María ungiendo los pies de Jesús con un costoso perfume, y Judas expresando su descontento por la “pérdida” de dinero que esto causó. Jesús defiende a María y reprende a Judas por su hipocresía: “Dejadla, que guarde esto para el día de mi sepultura. Porque siempre tendréis pobres con vosotros, mas a mí no siempre me tendréis” (Juan 12:7-8).
Los fariseos y los escribas a menudo criticaban a Jesús por comer y socializar con “pecadores”. En Mateo 21:1-11, vemos a Jesús entrando en Jerusalén en un burro, cumpliendo la profecía del Antiguo Testamento. La gente lo aclama como el Mesías, pero los escribas y fariseos no están impresionados. En Mateo 21:23-46, Jesús les cuenta la Parábola de los Viñadores Malvados, en la que los viñadores matan al hijo del dueño para robar su herencia. Los fariseos y los escribas saben que la parábola se aplica a ellos, lo que enfurece aún más a quienes la escuchan.
En Mateo 22:15-46, los fariseos y los escribas hacen preguntas a Jesús, tratando de atraparlo en sus palabras. Jesús los sorprende con respuestas sabias y penetrantes, elogiándolos por sus buenas preguntas pero siempre desafiándolos a ser honestos y verdaderos en su relación con Dios. En Mateo 23, Jesús les da una conferencia a los fariseos y escribas, cuestionando su justicia y llamándolos hipócritas. Les dice que obedezcan la letra y el espíritu de la ley, y que no hagan las cosas simplemente para ser vistos por los demás.
Jesús describe a los fariseos y escribas como tazas limpias por fuera pero sucias por dentro, y menciona que deberían limpiar primero su interior, antes de preocuparse por lo que parece en el exterior: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro están llenos de robo y de injusticia. ¡Fariseo ciego! limpia primero lo de dentro del vaso y del plato, para que lo de fuera también quede limpio” (Mateo 23:25-26).
Es fácil reconocer la hipocresía en otros, pero Jesús constantemente nos desafía a mirar nuestras propias vidas y corregir nuestros propios errores. En lugar de enfocarse en la hipocresía de los demás, enfocarse en identificar y corregir la hipocresía en nuestras propias vidas es la clave para obtener una vida espiritual verdadera y fructífera.
Una forma de lograr esto es mediante el estudio de la Palabra de Dios. Podemos aprender de los ejemplos de María, Marta, Lázaro y Judas en las Escrituras, y reflexionar sobre cómo podemos aplicarlos a nuestras propias vidas. Los pasajes mencionados anteriormente son solo algunos de los muchos que se pueden estudiar en busca de una orientación y dirección espiritual.
Es importante no solo leer la Biblia, sino también estudiarla con cuidado. Podemos leer los pasajes mencionados varias veces, buscando principios y doctrinas importantes, y luego planificar cómo aplicarlos a nuestras vidas. También podemos buscar la guía de otros creyentes y líderes espirituales en nuestro camino de crecimiento y cambio personal.
En esencia, Jesús tenía mucho que decir sobre los escribas y la hipocresía. Las Escrituras nos dan una idea clara de su postura sobre el tema, y nos desafían a mirar nuestras propias vidas y corregir nuestros errores. El estudio de la Palabra de Dios es una herramienta valiosa para lograr este objetivo.
¿Cuál era la doctrina de los escribas?
Desde hace mucho tiempo, los escribas o rabinos eran los intérpretes y especialistas de la ley en el antiguo Israel. Durante siglos, habían estudiado y analizado todos los detalles de la Ley de Dios y tenían posiciones de importancia dentro del sistema religioso judío. Pero, ¿qué se entendía por “la doctrina de los escribas”?
En realidad, la doctrina de los escribas no era otra cosa que una interpretación legalista y formalista de la ley, que hacía hincapié en el cumplimiento de sus mandamientos y en las obras exteriores, dejando de lado la verdadera intención de la Ley en cuanto a la justicia y la misericordia.
Los escribas veían la Ley de Dios y sus mandamientos como una serie de normas a seguir en lugar de como un camino hacia la verdadera comunión con Dios. Eran de la opinión de que el cumplimiento de estos mandamientos les proporcionaría una especie de salvación para ellos mismos.
Como resultado, la doctrina de los escribas se convirtió en un formalismo superficial que se centraba en el ritual y la tradición, en ese “puritanismo legalista” que los desviaba del verdadero significado de la Ley.
El surgimiento del grupo de los fariseos alrededor del 120 a.C. cambió la religión judía en esencia. El Fariseísmo rápidamente se convirtió en el grupo religioso más respetado en Judea en el tiempo de Cristo. Los fariseos eran conocidos por su estricto cumplimiento de la Ley y su gran atención a los detalles de la misma.
Debido a que la mayoría de los escribas eran parte de la secta de los fariseos, estos eran por lo tanto partícipes de la doctrina de los escribas en su mayoría. Los fariseos se esforzaban por hacer que todos creyeran que estaban adhiriendo a sus enseñanzas, pero Jesús reconocía la hipocresía detrás de sus obras.
Jesús advirtió a sus seguidores en el Sermón del Monte de que, aunque los escribas y fariseos enseñasen la Ley de Dios, cesen de hacerlo cuando su propia interpretación cambió o no obtuvieron el resultado que esperaban. “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido a abrogar sino a cumplir.” (Mateo 5:17).
Esta declaración es muy importante porque Jesús no vino a cambiar la Ley de Dios, sino a explicar y aclarar su contenido real. Él sabía que la verdadera interpretación de la Ley no era legalista, sino que la Ley de Dios tenía una dimensión espiritual que requería un compromiso real por parte del ser humano.
Jesús quería que las personas volvieran a la fuente de la Ley de Dios, y que vieran que el punto central de la ley no era cumplir una serie de normas y mandamientos legalistas, sino comprometerse con el Dios que la había establecido y seguir sus principios en la vida cotidiana.
Para Cristo, el verdadero objetivo de la Ley de Dios y de los mandamientos era fomentar una relación sana y positiva con Dios, y así desarrollar una vida justa y honrada basada en los pensamientos, los valores y las motivaciones del corazón.
Es por eso que Jesús declaró en el Sermón del Monte que “la ley gobierna los pensamientos y motivos internos, y no solo las acciones externas” (Mateo 5: 21-48), porque desea inculcarnos el correcto manejo de la Ley de Dios en nuestras vidas.
Los escribas y fariseos consideraban que el cumplimiento externo de la ley era lo más importante, pero para Jesús, tener un corazón limpio e íntegro es más importante todavía. Él enseñó que la rectitud es una cuestión del corazón, no solo un comportamiento externo.
La doctrina de los escribas, pues, se centró fundamentalmente en un cumplimiento legalista de la Ley de Dios, sin entrar a comprender su verdadero significado último. Jesús, por el contrario, buscaba mostrarle a sus discípulos que la Ley de Dios tenía un significado más profundo y enriquecedor, con el propósito de que pudieran vivirla a plenitud.
En el Sermón del Monte, Jesús profirió nueve bienaventuranzas sobre los que manifiestan las características del corazón que glorifican “a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:3-12). Para Cristo, la verdadera intención de la Ley de Dios no es sobre cumplir meras formalidades, sino buscar el desarrollo interior del ser humano hacia el bien común.
La doctrina de los escribas se asemejaba más a una corriente de pensamiento diseñada para mantener al pueblo obediente a los líderes religiosos de la época, mientras que Jesús buscaba promover la verdadera justicia y santidad, tanto en lo interno como en lo externo.
Teniendo en cuenta lo anterior, la doctrina de los escribas se centraba en cumplir con normas legalistas, y en ese formalismo superficial que engañaba a un pueblo sediento de Dios. En oposición, Jesús buscaba promover una vida verdadera y espiritual, y que las personas pudieran entender que la Ley de Dios no es una serie de normas que obedecer para obtener cierta recompensa, sino comprometerse con el Dios que la estableció y seguir sus principios en la vida cotidiana.
Jesús enfatizó que lo espiritual es más importante que lo ritual y dio la verdadera intención de la Ley de Dios para que los discípulos pudieran vivirla con plena comprensión y para que el hombre pudiera relacionarse íntegramente con Dios, sin meros ritos o fórmulas burocráticas.